La pandemia causada por el coronavirus (COVID 19), sin duda alguna ha provocado una crisis sin precedentes en todos los ámbitos: social, económico, político y más que nada en el de la educación en todos sus niveles. Con respecto a este último, ha generado un cierre masivo de actividades presenciales de instituciones educativas en más de 190 países. Esto, con la finalidad de reducir los riesgos de contagio e incluso de muertes a causa de las enfermedades que provoca. La interrupción de la escolarización ha afectado a casi 1300 millones de estudiantes a nivel global.
Este efecto se pone de manifiesto en la situación social en la región latinoamericana. Existe a la fecha un grave deterioro en los niveles de pobreza y de pobreza extrema. Las desigualdades se agudizan a medida que aumentan aceleradamente el desempleo y empleo precario En este contexto, se han puesto de manifiesto las brechas en los resultados educativos. Estos desequilibrios son notorios al comparar las zonas urbanas con las rurales.
Algunas medidas en el ámbito educativo que han surgido se relacionan con la modalidad de clases para todos los niveles. Esto da origen a tres campos de acción principales: un despliegue de modalidades de aprendizaje a distancia, mayormente mediante el uso de novedosas plataformas con el uso de tecnología; el apoyo y la movilización del personal de las comunidades educativas; y la atención integral a los estudiantes. Estas medidas han sido sugeridas por la Unesco, con el fin de paliar los efectos en un área de vital importancia como la educación.
Los Estados están obligados a actuar rápido, dado que son garantes y protectores del derecho a la educación. Deben implementar estrategias que permitan continuar los procesos de enseñanza-aprendizaje en el hogar y en el lugar de trabajo. Los docentes se han vuelto actores clave en este escenario de pandemia y en lo posterior. Los docentes bien preparados y entrenados en enseñanza virtual son capaces de articular y dar coherencia al uso de innumerables herramientas y plataformas digitales, a programas educativos vía radio y televisión, entre otros. Sin embargo, persiste el problema de la falta de conectividad y de dispositivos digitales que permitan un uso efectivo de esas herramientas. Se percibe, por ende, que pueda emerger una mayor desigualdad en la formación académica.
Por su parte, muchas instituciones tanto de educación básica, como media y superior, se han transformado rápidamente en agentes de transformación de la educación. Han innovado sus recursos y tecnologías de una manera sorprendente, a fin de poder llegar a muchos estudiantes, sin que se vean afectados severamente por la pandemia. Pero, esto no es suficiente. Se requiere de una activa participación de los gobiernos y de organismos internacionales, haciendo posible así acciones educativas coordinadas, con un enfoque muy fuerte en la intersectorialidad: alimentación, salud, seguridad y apoyo. De igual manera, una eficaz coordinación entre los distintos niveles de gobierno es necesaria; dígase a nivel de Gobierno Central, provincial y municipal.
También es vital analizar profundamente los nuevos escenarios poscovid. El mundo ha dado un nuevo giro, con nuevas tendencias, nuevos estilos de vida, nuevos campos y modalidades de trabajo y estudio. La educación, por ende, se vuelve un factor preponderante para enfrentar esos desafíos.